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Las
reacciones que generaron las palabras del Ing. Lorenzo Mendoza en las redes sociales,
sirvieron para mostrar que la intolerancia puede ser una característica común
de los oficialistas y sus detractores. Esta actitud nos impide ver que nadie es indispensable, pero es indispensable que estemos todos.
Hace algunos días, un audio del Ing. Lorenzo Mendoza, que
estaba dirigido a los trabajadores de Empresas Polar, se hizo público a través
de internet. En el archivo de sonido, se escuchaba al presidente del emporio
industrial, haciendo un llamado a los venezolanos a permanecer en el país, a
pesar de la actual situación.
En sus palabras, Mendoza expresaba, entre otras, dos frases
que se hicieron virales “Irse del país equivale a cambiar unos problemas por
otros” y “nadie es indispensable pero todos hacemos falta”.
Sobre la emigración, afirmaba que “respeto a la gente que
tiene la oportunidad de irse (…) Esa es su decisión. No la comparto pero la
respeto. Pero aquí 30 millones de venezolanos no podemos irnos (…) Aquí hay
mucha gente que no puede irse para ningún lado y yo estoy con ellos. Yo estoy
con la gente que no puede irse para ningún lado”.
Sin embargo, lo más llamativo del discurso, aún por encima de las
palabras mismas de Mendoza, fueron las reacciones que generaron sus opiniones.
Una de ellas llamó particularmente la atención, pues aunque
fue hecha por una joven abiertamente opositora, que había emigrado de
Venezuela, contenía una crítica basada en razones de tinte indudablemente
“chavista”. La escritora en cuestión, le increpaba a Mendoza su atrevimiento a
expresarse de esa manera, diciéndole que “usted jamás ha hecho una cola para
comprar harina P.A.N”. Y es allí, precisamente, donde se da la primera gran
coincidencia en la forma de pensar de muchos chavistas y otros tantos opositores: Creer que el alto
nivel socio-económico de Mendoza le impide opinar sobre la situación del país
(después de todo, “ser rico es malo”, Chávez dixit).
Lamentablemente, reacciones como ésta me convencen cada día
más que el gran secreto para el éxito político de Chávez (y por herencia del
Chavismo), estriba en el hecho de que el Teniente Coronel golpista conocía muy
bien al venezolano y su idiosincrasia.
Ciertamente, ese odio, resentimiento, o como quieras
llamarlo, estaba allí, presente. Chávez no lo creó, ni siquiera lo incrementó,
simplemente lo utilizó a su favor. Del mismo modo los hizo Hitler en la
Alemania de los años 30 y 40: él no creó el racismo ni el antisemitismo en el
corazón de los germanos, sólo supo sacarle provecho para ganarse el favor de muchos
de sus compatriotas.
Y es precisamente por esa intolerancia, que los pueblos, las
naciones, no hacen más que profundizar las crisis de las que, se supone, tratan
de salir.
Y si alguien puede dar fe de esta realidad es Lorenzo Mendoza, después de todo, parte del éxito de la empresa que hoy dirige, se inició con el talento de un joven checo de origen judío llamado
Carlos Roubicek, quien al huir del antisemitismo y holocausto en Europa, encontró en Venezuela un país que lo recibió con una mano amiga, sin perseguirlo por sus creencias, y donde su capacidad fue aprovechada
para cambiar la fórmula de fabricación de la cerveza Polar, ayudando así al éxito de
esta bebida en el país que le adoptó.
Vemos entonces cómo la intolerancia Alemana, le hizo perder
a Europa a un talento invaluable, que fue aprovechado en un pequeño país
suramericano. Roubicek fue sólo uno más, en una enorme cantidad de inmigrantes judíos,
que ayudaron a construir una tierra de oportunidades en la nación de Bolívar.
Ahora esa intolerancia está presente entre nosotros, lo que
nos coloca en la situación de perder un invalorable recurso humano. Esa es la
advertencia que Mendoza nos hacía en sus palabras.
Pero ese pensamiento de división, de desprecio al éxito, al
esfuerzo y al trabajo, es lo que convirtió un discurso de unidad, en un motivo
más de división.
Y esa crítica, ese desprecio hacia el otro porque “tiene
dinero” o “tiene un título”, nos impide progresar como sociedad. Si “no hacer
cola para comprar harina”, le quita autoridad a Lorenzo Mendoza para opinar
como lo hizo, tal vez algunas otras que hagan a algunos pensar de modo
diferente:
- En realidad, cuando Lorenzo Mendoza dice “hay quienes no podemos irnos de Venezuela”, no dice del todo la verdad. Si algún venezolano puede irse (a donde desee) es precisamente él. En otras palabras “no tiene que hacer cola para entrar en ningún otro lado”.
- Creer que por su posición económica, no sufre los problemas del país, es falso de toda falsedad. Por ejemplo, la inseguridad (primer motivo aducido por los emigrantes venezolanos) le ha tocado, y muy de cerca.
- Durante los últimos años, ha sido uno de los pocos empresarios venezolanos que ha logrado manejar una empresa de manera exitosa, sin sucumbir a las duras condiciones impuestas por un sistema anti-económico y sin entregarse al “rastacuerismo” o el “testaferrismo” que ha sido la norma entre muchos representantes del sector.
- Mendoza es el responsable de que decenas de miles de trabajadores directos e indirectos lleven el pan diario a sus hogares, amparados por unas condiciones laborales privilegiadas en el actual entorno venezolano.
- Y finalmente, la más importante: Aunque no haga cola para comprar harina, es gracias a su gestión que todavía hay algo de harina por la que valga la pena hacer la cola.
Y finalmente, las palabras de Lorenzo Mendoza me enseñaron que, a pesar de la enorme (por no decir astronómica) diferencia entre nuestras cuentas bancarias, tenemos un mismo sueño, un mismo compromiso y una misma esperanza: el sueño de vivir en un mejor país sin necesidad de salir de casa, el compromiso de honrar el legado de nuestros padres y la esperanza de que nuestros hijos vivan ese sueño.
Si dos personas ubicadas en las antípodas de las clases sociales, podemos tener tanto en común, ¿para qué seguir buscando diferencias con quienes tenemos al lado?
Excelente Prof. Dimas. Suscribo cada una de sus palabras.
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