jueves, 28 de enero de 2021

Carvativir, las "gotitas milagrosas" de Maduro para acabar con la COVID-19


El manejo de la pandemia ha puesto a prueba la capacidad de los gobiernos de prácticamente todo el mundo para atender una emergencia sanitaria. Ha habido casos extraños que han generado numerosas críticas. Uno de los más cuestionados fue Xi Jinping, por su opacidad informativa. También hubo señalamiento contra algunos mandatarios que negaron el problema (como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Boris Johnson). Otros anunciaron vacunas exitosas, sin haber sido aprobadas (como Vladimir Putin). Pero pocos dirigentes han presentado una estrategia tan errática como Nicolás Maduro. El anuncio del medicamente Carvativir el más reciente en una larga lista de medidas controvertidas.

El dictador venezolano ha mostrado un desprecio por la ciencia que rebasa por mucho los peores momentos de Trump o Bolsonaro, que es mucho decir. El manejo de la crisis sanitaria ha sido puesto en manos del propio Maduro (cuya experiencia médica se limita quizás a haber tenido algún pasajero enfermo de gripe cuando manejaba un autobús). Y como "asesores médicos" ha contado con una abogada, como Delcy Rodríguez y hasta un jugador de béisbol y rapero retirado, como Antonio Álvarez. Lo más cercano a un "especialista" ha sido Jorge Rodríguez, quien es médico, pero en la especialidad de psiquiatría.

Las "gotitas milagrosas"

La más reciente iniciativa de Nicolás Maduro ha sido la de presentar las "gotitas milagrosas" de Carvativir. Se trata de un producto que neutraliza el coronavirus en un 100% al usarlas cada cuatro horas, aseguró.

En una alocución de radio y televisión, Maduro afirmó que el Carvativir es un “poderoso antiviral” que se estudió durante nueve meses en pacientes graves. Resaltó que ya se tienen la “patente y los permisos sanitarios” para su elaboración y distribución en el país. Sin embargo, no específico qué institución efectuó los estudios, qué especialistas avalaron los resultados, ni quién las producirá.

Sobre las pruebas realizadas, dio una información imprecisa. Habló de "experimentos masivos", pero no dio cifras. También aseguró que se probó en todos los pacientes que estaban en el Poliedro de Caracas, un enrome centro de espectáculos, donde se estableció un hospital de campaña, bajo la responsabilidad de cantante y deportistas Antonio Álvarez. También en el Hospital de Coche, en el suroeste de Caracas.

Hasta ahora, la única garantía de la efectividad del medicamento es la palabra del propio Maduro. "El Carvativir, aquí lo ven, las gotitas milagrosas. Diez gotitas debajo de la lengua cada cuatro horas y el milagro se hace, se hace. Es un poderoso antiviral, muy poderoso, que neutraliza al coronavirus”, aseguró.

Producción sin certificación

Maduro aseguró que ya tiene los resultados de los estudios clínicos y que pronto se van a publicar “en revistas internacionales”. Tampoco específico en cuáles. Indicó que su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, viajará personalmente a entregarle al director de la Organización Mundial de la Salud “toda la documentación para que conozcan y certifiquen el poderoso antiviral” contra el COVID-19.

Esta última parte del anuncio dejó en claro que no cuenta con la aprobación de la OMS. Pero esto no es impedimento para que la semana del 25 de enero comience la producción del Carvativir “por miles” en los laboratorios de Venezuela. Por supuesto no dijo en cuáles. Expresó que su Ministerio de Salud emitirá la resolución especial incorporándolo a los protocolos de tratamiento del país.

Añadió que ingresará al banco de medicinas de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP). No dijo si alguno de los países miembros del grupo aceptó utilizar el tratamiento.

La otra garantía de la efectividad del Carvativir, es que por sus propiedades "milagrosas" se le conoce como las "gotitas del Dr. José Gregorio Hernández", dijo Maduro. El dictador hacía referencia a un médico venezolano, que falleció a principios del Siglo XX y a quien la Iglesia le atribuye varios milagros. Será beatificado este año.

Maduro no quiso revelar la identidad del científico principal que está detrás de la creación de las gotas de Carvativir. Pero aseguró que se trata de una mente brillante y que por los momentos lo protegerán (no dijo de qué).

Nada nuevo bajo el sol

El anuncio del Carvativir es apenas el más reciente en una serie de medidas tomadas por el régimen de Maduro para manera la crisis sanitaria, ausentes de toda rigurosidad científica. La ciencia no solo ha sido marginada, sino también perseguida.

En mayo, cuando la pandemia comenzaba a avanzar en Venezuela, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales publicó un riguroso informe, en el cual hacías las proyecciones de contagios en el país. Las cifras no coincidían con las que publicaban los colaboradores del régimen.

Diosdado Cabello, uno de los hombres fuertes de la dictadura, acusó a la Academia de causar alarma, con sus proyecciones sobre el posible comportamiento de la pandemia en el país. Llamó a los organismos de la seguridad del régimen a investigar a la institución científica.

La actitud del régimen en contra de los especialistas no termina allí. También se ha negado a brindarles la protección debida. Venezuela lidera las cifras de muertes del personal sanitario a causa de la pandemia.

Según la ONG Médicos Unidos, llega a 326 muertes el número de muertes de personal de salud a causa de la COVID-19 en Venezuela. Para el momento del informe, el régimen reportó que el número total de muertes alcanzó los 1.129. Esto colocaría los decesos de los trabajadores sanitarios cerca del 30% del total.

Un coronavirus muy disciplinado

Una de las medidas que más ha causado polémica es el de la llamada "cuarentena social" que el régimen aplica de una manera discrecional. En principio, la "cuarentena radical" dura una semana. La semana siguiente es de "flexibilización". Es así de simple, una semana sí y una semana no. Estas medidas no dependen del aumento o disminución de los casos.

Incluso, se dio flexibilización en diciembre, para que se pudieran realizar las elecciones írritas del día 6. Se mantuvo hasta principios de enero, para que se pudiera celebrar Navidad y Año Nuevo. El virus en Venezuela, "milagrosamente" se adapta a las necesidades políticas y festivas.

La crisis de los migrantes

Cuando miles de migrantes venezolanos comenzaron a regresar al país, a través de las fronteras, la dictadura los acusó de ser parte de una conspiración para "traer el virus".

Incluso el padre Numa Molina, un sacerdote jesuita abiertamente partidario del régimen, fue particularmente duro con estos ciudadanos. Los calificó en un tuit de "bioterroristas" que "pueden quitarte la vida a ti y a tus seres más queridos". Para el chavismo, la caridad cristiana también debe supeditarse a las posiciones políticas.

Human Rights Watch y los Centros de Johns Hopkins hallaron condiciones insalubres y de hacinamiento en los centros donde se obliga a los retornados a cumplir cuarentena, con escaso acceso a alimentos, agua o atención médica. Algunos retornados que protestaron por dichas condiciones fueron amenazados con ser detenidos. 

martes, 12 de mayo de 2020

La economía también son vidas

El simplismo y las frases hechas, lamentablemente, abundan cuando se trata de enfrentar problemas serios, como el cambio climático, la pobreza y, ahora, la pandemia de la COVID-19.


Por eso escuchamos palabras vacías como “la vida humana vale más que la economía”. Quieren hacer ver que solo basta con mantener a la gente en sus casas para resolver un problema, creando otros.
La frase suena bien, pero deja de lado el hecho de que la economía no son un grupo de ambiciosos e inescrupulosos reunidos contando millones de dólares o de euros, viendo unas pantallas de evolución del Nasdaq, el S&P, el Ibex, el FTSE o el CAC.
La economía también son vidas de trabajadores, campesinos, profesionales, artistas, intelectuales y empresarios… si los empresarios también cuentan.
“Quédate en casa” es fácil de decir para un “progre” (o una "progra") que no trabaja y vive del presupuesto del Estado (en casi cualquier país los hay).
Pero es una sentencia de muerte para los jornaleros (decenas de miles) que cada año viajan a España, o Italia, o a Francia, para trabajar en las cosechas y que ahora no pueden hacerlo.
Y para el cuidador de purasangres que trabaja en un hipódromo en California, o en Brasil, ahora que están cerrados.
La escena se repite en Venezuela, en Ecuador, en Colombia, en Australia, en Argentina.
La solución no es simplemente encerrar a la gente en su casa, y obligarlos a morir de hambre para no morir de COVID-19.
Es muy simple: No se puede solucionar un problema creando otro.
Y un último mensaje, tiene que ver con los empresarios. Al final, ellos son los “malos de la película”. Los que solo piensan en el dinero y no en las vidas humanas.
Claro, es muy difícil pensar que son ellos quienes deben mantener las empresas a flote, para que los que se “quedan en casa” tengan electricidad, gas, entretenimiento o comida. Los que deben escoger a quiénes dejar sin trabajo, para salvar el empleo de otros. Si los empresarios no salen adelante, nadie saldrá adelante.
Además, lo cierto es que todos somos empresarios. Todos nos esforzamos para mantener a flote la empresa que llamamos “hogar”.
Esta es la parte en la que me llaman “de derecha”, “facho”, “reaccionario” y un largo etcétera. Y para que lo hagan con más razón: voy a pedir un aplauso, no solo para los sanitarios, sino también para los empresarios.
Al final del día, la estupidez humana mata más gente que el virus.

domingo, 3 de julio de 2016

Por qué no me voy de aquí


  •  Tras 17 años de revolución, si algo ha quedado claro, es que Venezuela, ese otrora destino para millones de inmigrantes venidos de las más diversas latitudes, se ha convertido en testigo de una diáspora sin precedentes en nuestra historia. Hijos, sobrinos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, conocidos, celebridades… uno tras otro vamos perdiendo seres humanos valiosos. Ante ese panorama, muchas veces me preguntan ¿por qué no te vas? Aquí está la respuesta

Habrá trabajo mientras haya gente que quiera construir
Antes de comenzar quisiera aclarar dos cosas, porque sé que muchas personas van a criticar mis puntos de vista, diciendo que seguramente sólo deseo cuestionar a quienes toman decisiones distintas a las mías, como acostumbra a hacer mucha gente. O que simplemente juzgo a los que se van porque a mí me va muy bien en Venezuela y por lo tanto me es fácil quedarme. Debido a ello, quisiera explicar lo siguiente:

En primer lugar, respeto la decisión de quien se va, tanto como la de quien se queda. Cada cual es libre de tomar el camino que considere más conveniente para su bienestar. En segundo término, debo decir que, por la situación política, he perdido un trabajo estable en la Industria Petrolera, así como contratos y oportunidades en empresas públicas (y también en compañías privadas vinculadas al Gobierno), he debido hacer trabajos muy por debajo de mi capacidad, ganar mucho menos de lo necesario para mantener a mi familia, me he visto obligado a vender parte de mis activos, reducir las comidas y un largo etcétera. Así que ni quiero criticar, ni me va bien aquí.

Aclarados estos puntos, queda entonces por dilucidar cuáles son las razones por las cuales no me voy de Venezuela. Aunque los motivos bien se pueden reducir a uno sólo (porque no me da la gana), los explico de manera racional.

Primeramente, debo aclara que este país es mi hogar, no sólo porque nací aquí, sino porque ha sido la tierra de mi familia por generaciones. A diferencia de muchos de mis conocidos, que pueden contar historias de sus padres o abuelos que llegaron a esta tierra de oportunidades a buscar un mejor futuro, mis antepasados han estado aquí para vivir los episodios más gloriosos y más tristes de nuestra historia. Les tocó sobrevivir en épocas de dictaduras como la de Gómez y Pérez Jiménez, vivir en medio de los experimentos democráticos de López Contreras, Medina Angarita y Gallegos, incluso en los ensayos modernizadores de Guzmán Blanco y un poco antes, en las vicisitudes de las guerras civiles y los albores de la Independencia. Y es lógico que ahora estemos aquí, para vivir este momento particularmente complejo de nuestra historia republicana.

¿Que a ese país de oportunidades llegó una plaga de facinerosos que lo han invadido y lo han hecho “invivible”? Sí. Pero recuerdo que en dos oportunidades en mi casa debí enfrentar una invasión de plagas, una vez fueron ratas, la otra, hormigas. Y en ninguno de los dos abandoné la casa, sino que combatí y erradiqué las plagas. En esta circunstancia, que hoy vivo en este país, que es mi hogar, vuelvo a optar por la segunda opción.

Por otro lado, me dicen que en Venezuela hay una gran cantidad de oportunistas, gente que disfruta del facilismo, y para quienes, al final, la ruta del bachaqueo, la dádiva, o la corrupción, no le sienta del todo mal, y, por lo tanto, no tienen ninguna razón para combatir a una plaga a la que ni siquiera consideran como una amenaza. Que el desabastecimiento y la falta de oportunidades asfixian cualquier iniciativa de emprendimiento, de superación. Que la calidad y la capacidad son despreciadas, mientras se premia la mediocridad y la sumisión

Pero en medio de ese caos, veo que, aún con las puertas que se cierran, hay empresarios que producen (a mínima capacidad, es verdad, pero producen). Comerciantes que cambian de ramo, ajustan horarios y venden mucho menos, pero siguen vendiendo. Que colegios y universidades siguen luchando cuesta arriba, para dar educación de calidad. Que las panaderías siguen abiertas (vendiendo sólo los panes más caros o vendiendo de todo menos pan, pero vendiendo al fin y al cabo), manteniendo sus puertas abiertas, atendiendo al público y preservando empleos.

Bueno, allí están. Y gracias a ellos, aún podemos conseguir, poco o muy poco, pero algo. Y por ese esfuerzo, aún tenemos oportunidades para sobrevivir. Si todos nos damos por vencidos, no habrá nada que defender. Los médicos en consultas privadas (que cada vez menos gente puede pagar) tratan de compensar la ausencia de medicinas y recursos, que hace a esos mismos médicos, y a otros, llorar de impotencia en hospitales y ambulatorios de la red pública. Pero siguen trabajando. Muchos se han ido… pero muchos se han quedado.

Que un empresario que “no tiene necesidad de darse mala vida, porque la tiene resuelta”, decida endeudar su empresa, en dólares, para seguir funcionando, sólo para no cerrar y no generar más desempleo, resulta esperanzador. ¿Que de todos modos está buscando ganancias? Sí. Pero podría buscarlas en otro lado, con menos trabas. Y al hacerlo, miles de empleados pueden soñar con no perder sus fuentes de empleo.. otros, como es mi caso particular, podemos creer que conservaremos la oportunidad de mantener un cliente de quien nos hemos hecho, con esfuerzo y calidad, un proveedor confiable… y seguir trabajando.

Que muchas de estas empresas se mantengan operando, y trabajando sus comunicaciones corporativas, permite a un colega periodista de larga trayectoria, mantener una pequeña oficina de consultoría, y ello le abre el camino para darle la oportunidad a otros comunicadores, como también es mi caso, de trabajar con él. Ésa es una forma de abrir oportunidades en medio de las dificultades.

Mientras tanto, veo en el bulevar de Sabana Grande a un padre de familia que, en un día de descanso, se sienta en una banca con sus dos hijos, a compartir con ellos un litro de refresco, un trocito de queso blanco y tres pancitos dulces, logrando así, en medio de la escasez y con un poco de sacrificio, brindarle a sus pequeños eso que llaman “tiempo de calidad”. Y veo a señoras que siguen vendiendo empanadas, ciertamente cada vez más caras, pero tratando de darle valor agregado a esa harina que, con el paso del tiempo, se va haciendo más escasa.

Y cada día, al salir a la calle, veo a obreros que van con su morral al hombro, a trabajar porque aún hay gente que en este país, sí, en este país, quiere seguir construyendo. Y hay periodistas en periódicos digitales, enfrentando la falta de papel, porque la gente quiere saber. Y vendedoras que trabajan porque hay quien quiere seguir comerciando, y enfermeras que trabajan porque hay quien quiere seguir curando, y hay artistas porque, sobre todo, en este país hay gente que quiere seguir riendo.

No puedo decir que el día de mañana, no decida irme yo también. No es descartable que, de empeorar la situación, termine uniéndome a esa creciente diáspora criolla, buscando un futuro mejor para los míos. Sin embargo, de llegar a ser ese el caso, tendré que vivir con la alegría de haberles dado un excelente porvenir a mis hijos, pero también con la frustración de no haber podido defender la herencia de mis padres.

Sin embargo, por ahora, prefiero seguir en éste que considero el mejor país del mundo, no por las playas, o las montañas, o esos volcanes (que sólo existen en una canción que compusieron dos españoles que creo que nunca han venido a Venezuela y que por alguna extraña razón para muchos se ha convertido en un símbolo nacional). Me parece que éste es el mejor país del mundo porque es MI país.

Aún hoy, prefiero seguir aquí (parafraseando al maestro Gallegos) sufriendo, amando y esperando.

sábado, 13 de febrero de 2016

¿Por qué las fotos de boda son tan caras?

    • Uno de los puntos de discusión más frecuentes a la hora de planificar una boda, es el costo del servicio fotográfico. En más de una ocasión me he tropezado con opiniones en torno al precio de este servicio. Muchos clientes potenciales se quejan por considerarlos exorbitantes. Numerosos profesionales los defiende por considerar que cobran lo justo. Por ello, como fotógrafo, me gustaría tratar de explicar el asunto, de manera que sea comprensible.

    Ante todo, para explicar el tema de la mejor manera, me gustaría dividirlo en tres aspectos básicos: El primero es en qué consiste el servicio o los servicios de fotografía. El segundo es el argumento de los clientes y el tercero lo que dicen los fotógrafos. Finalmente, quisiera exponer mi visión personal sobre el asunto.

    El servicio

    La fotografía de bodas, en genérico, es un servicio que, a su vez, abarca varios servicios distintos. La primera distinción tiene que ver con el hecho de que éste se asocia también al servicio de video.  Aunque son dos cosas distintas, tienen muchos aspectos en común y, generalmente, los profesionales que se dedican a este ramo ofrecen ambos servicios. Aquí me voy a referir específicamente a la fotografía propiamente dicha, aunque algunos de los argumentos que expondré son válidos también para del video.
    Lo otro tiene que ver con el formato del producto final. Actualmente la tecnología digital permite apreciar las fotografías sin necesidad del proceso de revelado. Una computadora, tablet, laptop, Smartphone o cualquier otro dispositivo digital permite apreciar las imágenes. Sin embargo, está la opción de hacer impresiones y, con ello, utilizar un álbum o photobook para guardar estos retratos. Dependiendo de los formatos que se elijan, se pagará más o menos por el servicio.

    El cliente

    Si usted alguna vez ha solicitado este servicio, probablemente habrá pensado que el presupuesto que le presentaron fue muy elevado. Generalmente, al cuestionar estos honorarios se esgrimen dos razones principalmente: la primera es que el fotógrafo sólo va a estar una pocas horas “apretando un botón” y luego se va tranquilo. La otra razón es que “yo puedo pedirle a un amigo que me haga el favor de tomarme las fotos con la cámara que se compró hace poco”, y así me ahorro ese dinero.

    El profesional

    Como respuesta a estos cuestionamientos, los profesionales generalmente aducen dos argumentos: el primero es que los equipos que utiliza para su trabajo son costosos (y realmente lo son), sobre todo en Venezuela con los problemas de control cambiario y falta de divisas. Además de ser costosos, son delicados, se dañan por el uso, se deprecian, hay que hacerles mantenimiento y, eventualmente, reemplazarlos; todo lo cual requiere de erogaciones adicionales. El segundo argumento es que su trabajo no se circunscribe únicamente a las pocas horas que dura el evento, sino que debe editar las fotos en su computadoras, además de que el tomar las fotos no es sólo “apretar un botón” sino colocar la iluminación adecuada en el set fotográfico, adecuarse a las condiciones de luz en el evento para las tomas más informales, buscar los ángulos adecuados, etc. Todos estos argumentos son ciertos, pero aun así, no son suficientes para que el cliente quedé conforme con la explicación.

    Mi punto de vista

    Yo tengo una explicación mucho más sencilla: el servicio fotográfico es un producto de lujo. Tan simple como eso.
    Al ser un servicio de lujo, no le van a cobrar por lo que se invierte en prestarlo, sino por la calidad, el acabado y los extras del trabajo que van a hacer para usted y el producto que le entregan. Cuando usted compra una cartera de diseñador y le dicen el precio (altísimo, obviamente) el vendedor no se justifica diciendo “es que Louis Vuitton tiene máquinas muy costosas” o “es que esa gente trabaja mucho haciendo las carteras”. Simplemente le dice que es original  Louis Vuitton y por eso tiene ese precio.
    En el caso de la fotografía ocurre lo mismo. Incluso, hay fotógrafos profesionales que son, en sí mismos, una marca, y la gente los contrata por su nombre y su prestigio.
    Ahora bien, lo bueno de esto es que, como servicio de lujo, es optativo: usted decido si lo toma o lo deja. Dicho de otra forma, no está obligado a contratar a un fotógrafo.
    La realidad es que casarse no es caro. Lo único que hay que pagar es a la municipalidad por ese servicio para que tenga validez legal. Todo lo demás es opcional. El matrimonio es válido si se casó vistiendo un traje de diseñador hecho a la medida o si lo hizo trajeada con su uniforme de trabajo. Igual es válido no hizo ninguna reunión o si hizo una fiesta en el Mare Mares. Da lo mismo que anime su reunión con un reproductor de MP3 o si contrató a Guaco para cantar en vivo.
    ¿Qué no se va a ver tan bonita sin ese traje de $20.000? ¿Qué no se van a divertir igual sin champaña, caviar y sin Guaco? Todo eso es verdad. Como es verdad que no va a tener un recuerdo hermoso si decidió dejar el tema de la fotografía a su primo que estaba más pendiente de aprovechar el whisky gratis que de cargar las baterías de la cámara.
    Recuerdo que en una oportunidad un invitado a una fiesta en la que yo estaba prestando el servicio de fotografía, me preguntó por el costo de ese servicio. Yo, amablemente, le di un estimado del servicio básico y le expliqué lo referente a algunos adicionales. El hombre, con una altanería proporcional al contenido etílico en su sangre, me espetó: “¿Qué? Para eso hago yo mismo las fotos y me ahorro esos reales?” A lo que yo, educadamente, le respondí: “Por supuesto. Así se ahorra esos reales. Y es más: si se va al patio de su casa con cuatro cajas de cerveza, se ahorra los reales del salón de fiesta… y si se ponen a freír tequeños se ahorran los reales del catering y mesoneros”.
    El camarógrafo que estaba trabajando conmigo me preguntó “¿por qué le dijiste eso?” Y yo le dije: “porque es la verdad”.
    Por eso, mi recomendación es que no se pregunte “¿por qué un fotógrafo cobra tanto?” Es mejor que se pregunte “¿qué tipo de servicios quiero tener y estoy dispuesto a pagar?”

    viernes, 24 de abril de 2015

    Las palabras de Mendoza no las entiende chavismo ni oposición

    ·         Las reacciones que generaron las palabras del Ing. Lorenzo Mendoza en las redes sociales, sirvieron para mostrar que la intolerancia puede ser una característica común de los oficialistas y sus detractores. Esta actitud nos impide ver que nadie es indispensable, pero es indispensable que estemos todos.


    Hace algunos días, un audio del Ing. Lorenzo Mendoza, que estaba dirigido a los trabajadores de Empresas Polar, se hizo público a través de internet. En el archivo de sonido, se escuchaba al presidente del emporio industrial, haciendo un llamado a los venezolanos a permanecer en el país, a pesar de la actual situación.

    En sus palabras, Mendoza expresaba, entre otras, dos frases que se hicieron virales “Irse del país equivale a cambiar unos problemas por otros” y “nadie es indispensable pero todos hacemos falta”.

    Sobre la emigración, afirmaba que “respeto a la gente que tiene la oportunidad de irse (…) Esa es su decisión. No la comparto pero la respeto. Pero aquí 30 millones de venezolanos no podemos irnos (…) Aquí hay mucha gente que no puede irse para ningún lado y yo estoy con ellos. Yo estoy con la gente que no puede irse para ningún lado”.

    Sin embargo, lo más llamativo del discurso, aún por encima de las palabras mismas de Mendoza, fueron las reacciones que generaron sus opiniones.

    Una de ellas llamó particularmente la atención, pues aunque fue hecha por una joven abiertamente opositora, que había emigrado de Venezuela, contenía una crítica basada en razones de tinte indudablemente “chavista”. La escritora en cuestión, le increpaba a Mendoza su atrevimiento a expresarse de esa manera, diciéndole que “usted jamás ha hecho una cola para comprar harina P.A.N”. Y es allí, precisamente, donde se da la primera gran coincidencia en la forma de pensar de muchos chavistas y otros tantos opositores: Creer que el alto nivel socio-económico de Mendoza le impide opinar sobre la situación del país (después de todo, “ser rico es malo”, Chávez dixit).

    Lamentablemente, reacciones como ésta me convencen cada día más que el gran secreto para el éxito político de Chávez (y por herencia del Chavismo), estriba en el hecho de que el Teniente Coronel golpista conocía muy bien al venezolano y su idiosincrasia.

    Ciertamente, ese odio, resentimiento, o como quieras llamarlo, estaba allí, presente. Chávez no lo creó, ni siquiera lo incrementó, simplemente lo utilizó a su favor. Del mismo modo los hizo Hitler en la Alemania de los años 30 y 40: él no creó el racismo ni el antisemitismo en el corazón de los germanos, sólo supo sacarle provecho para ganarse el favor de muchos de sus compatriotas.

    Y es precisamente por esa intolerancia, que los pueblos, las naciones, no hacen más que profundizar las crisis de las que, se supone, tratan de salir.

    Y si alguien puede dar fe de esta realidad es Lorenzo Mendoza, después de todo, parte del éxito de la empresa que hoy dirige, se inició con el talento de un joven checo de origen judío llamado Carlos Roubicek, quien al huir del antisemitismo y holocausto en Europa, encontró en Venezuela un país que lo recibió con una mano amiga, sin perseguirlo por sus creencias, y donde su capacidad fue aprovechada para cambiar la fórmula de fabricación de la cerveza Polar, ayudando así al éxito de esta bebida en el país que le adoptó.

    Vemos entonces cómo la intolerancia Alemana, le hizo perder a Europa a un talento invaluable, que fue aprovechado en un pequeño país suramericano. Roubicek fue sólo uno más, en una enorme cantidad de inmigrantes judíos, que ayudaron a construir una tierra de oportunidades en la nación de Bolívar.

    Ahora esa intolerancia está presente entre nosotros, lo que nos coloca en la situación de perder un invalorable recurso humano. Esa es la advertencia que Mendoza nos hacía en sus palabras.

    Pero ese pensamiento de división, de desprecio al éxito, al esfuerzo y al trabajo, es lo que convirtió un discurso de unidad, en un motivo más de división.

    Y esa crítica, ese desprecio hacia el otro porque “tiene dinero” o “tiene un título”, nos impide progresar como sociedad. Si “no hacer cola para comprar harina”, le quita autoridad a Lorenzo Mendoza para opinar como lo hizo, tal vez algunas otras que hagan a algunos pensar de modo diferente:
    1.  En realidad, cuando Lorenzo Mendoza dice “hay quienes no podemos irnos de Venezuela”, no dice del todo la verdad. Si algún venezolano puede irse (a donde desee) es precisamente él. En otras palabras “no tiene que hacer cola para entrar en ningún otro lado”.
    2. Creer que por su posición económica, no sufre los problemas del país, es falso de toda falsedad. Por ejemplo, la inseguridad (primer motivo aducido por los emigrantes venezolanos) le ha tocado, y muy de cerca.
    3. Durante los últimos años, ha sido uno de los pocos empresarios venezolanos que ha logrado manejar una empresa de manera exitosa, sin sucumbir a las duras condiciones impuestas por un sistema anti-económico y sin entregarse al “rastacuerismo” o el “testaferrismo” que ha sido la norma entre muchos representantes del sector.
    4. Mendoza es el responsable de que decenas de miles de trabajadores directos e indirectos lleven el pan diario a sus hogares, amparados por unas condiciones laborales privilegiadas en el actual entorno venezolano.
    5. Y finalmente, la más importante: Aunque no haga cola para comprar harina, es gracias a su gestión que todavía hay algo de harina por la que valga la pena hacer la cola.
    Particularmente, creo que debemos entender, de una vez por todas, que la envidia, el resentimiento y la soberbia, no construyen... destruyen. Cuando Lorenzo Mendoza dice que “todos hacemos falta”, tiene toda la razón. Hacen falta los trabajadores, hacen falta los empresarios, hacen falta los artistas, hacen falta las amas de casa, los estudiantes, los profesores, los comerciantes… Hacen falta los católicos, los evangélicos, los judíos, hasta los ateos… Hacen falta los ricos, los pobres… Hacen falta los capitalistas, los socialistas, los creyentes, los escépticos, los confiados, los desconfiados… Hacen falta los 30 millones de venezolanos y los extranjeros que se nos quieran sumar.

    Y finalmente, las palabras de Lorenzo Mendoza me enseñaron que, a pesar de la enorme (por no decir astronómica) diferencia entre nuestras cuentas bancarias, tenemos un mismo sueño, un mismo compromiso y una misma esperanza: el sueño de vivir en un mejor país sin necesidad de salir de casa, el compromiso de honrar el legado de nuestros padres y la esperanza de que nuestros hijos vivan ese sueño.
    Si dos personas ubicadas en las antípodas de las clases sociales, podemos tener tanto en común, ¿para qué seguir buscando diferencias con quienes tenemos al lado?

    Nadie es indispensable, pero es indispensable que estemos todos.

    lunes, 28 de abril de 2014

    Carta a Nicolás, de un oligarca desempleado y marginal

    Nicolás, confieso que me ha costado mucho escribirte estas líneas, y ello obedece a una sencilla razón: desde que eres presidente, incluso desde antes, mi primer impulso ante tus palabras, ante tus acciones y ante lo que tú representas ha sido sencillamente ignorarte. Y es que de verdad por mucho que trato, no encuentro nada en ti que sea digno de estudio o de consideración. No llegaste: te pusieron… No aprendes: repites… No avanzas: te empujan…Al verte, me pregunto si no estás capacitado para el cargo; al escucharte, se disipa la duda. Sin embargo, creo que ha llegado el momento de puntualizar algunas cosas, que aunque posiblemente no te resulten inteligibles, sé que serán comprendidas por quienes toman las decisiones en este gobierno que tú simulas conducir.

    De verdad que te lo digo en serio Nicolás, aunque me cuesta tomarte en serio. Con el difunto Chávez, cuando menos, confieso que a veces me quedaba la duda de si, muy en el fondo, él estaba convencido de lo que decía. En tu caso, en cambio, ni asomo de duda; no pienso que creas lo que tú mismo dices... es más, no creo ni siquiera que lo entiendas. Me recuerdas a esos alumnos que para una exposición se caletrean unos párrafos de Wikipedia y cuando uno les pregunta algo de lo que dijeron, quedan ponchados.
    Pero bueno, tú tienes el cargo de presidente, aunque no lo ejerzas, y te voy a hablar como si entendieras lo que digo.
    Lo primero que quisiera expresar es que me resulta altamente risible que tú, con tus trajes de diseñador, abrigado para disfrutar del aire acondicionado en la “Casa de Misia Jacinta”, me acuses a mí de burgués, de ricachón y de oligarca.
    Ante estos hechos, y ante tus afirmaciones y acusaciones, considero que me he ganado un nuevo status: el de oligarca marginal. Lo de "Oligarca" para no contradecirte; y lo de "Marginal" para no contradecir a los hechos.
    Resulta que mientras tú te debates entre viajar en el lujo de un avión de la Fuerza Aérea Venezolana, o de una aeronave de Cubana de Aviación, yo debo escoger entre ir colgado a las puertas de una atestada buseta, o viajar en un carrito de segunda mano que me ha dejado botado en cada calle de esta ciudad.
    Mientras tú asistes a banquetes con ministros, embajadores, presidentes y monarcas; yo estoy aquí con un par de rodajas de pan y media lata de atún (la otra media lata la guardo para mañana).
    Mientras tú estás reunido con los jerarcas chinos, solicitando un préstamo por no sé cuántos millones de dólares para no sé qué proyecto que nunca veremos, yo le estoy pidiendo a mi suegra 20 bolos para pagar el transporte.
    Porque mientras los hijos de los jerarcas que te acompañan andan por el mundo, mostrando sus lujos en todas las redes sociales; los míos andan dando trancazos, estudiando con libros prestados, comiendo espaguetis con salsa de tomate y tratando de rendir cuatro lochas para el próximo día.
    Porque mientras los representantes de tu gobierno se pasean bien trajeados en el Vaticano, en la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII (creo que van más por el viaje que por la bendición), yo estoy prendiéndole una vela a los nuevos santos, para que hagan el milagro de conseguirme un buen trabajo.
    Mientras tú haces llamar a tu mujer “Primera combatiente”, la mía anda “combatiendo” contra la inflación, contra la escasez, contra la inseguridad; para que nos podamos sentar a la mesa.
    Mientras tú duermes como un bebé, yo me desvelo pensando si el día de mañana será un poquito “menos peor” que el de hoy.
    Mientras tú pasas horas y horas, alumbrado por la luces de un estudio de televisión, destrozando el idioma, yo igual no te puedo ver ni oír, aunque quiera, porque otra vez se fue la luz. 
    Mientras tú le pagas millones a un grupo de estrategas extranjeros para que diseñen un sistema educativo que propague la ignorancia, yo me gano una miseria en las aulas, para garantizar que por lo menos a mis alumnos les llegue un poquito del conocimiento académico que tú te negaste a ti mismo y ahora quieres negar a los demás.
    Mientras tú anuncias en cadena nacional exiguos aumentos de sueldo para los trabajadores, yo, que no tengo un empleo fijo y que sobrevivo dando clases día y noche y matando tigres, debo enfrentar a los ingentes aumentos de precios que tú, paradójicamente, olvidas mencionar en tus imitaciones de alocución.
    Y lo peor es que, cuando mis alumnos te ven henchido al mismo tiempo de poder y de ignorancia, los argumentos para que estudien y aprendan se les hacen cada vez más absurdos.
    A pesar de todo, créeme que no te envidio. Por alguna extraña razón, yo, en medio de las carencias y la falta de un futuro mejor, le sonrío a la vida con sinceridad. Tú, en cambio, con tus trajes de diseñador, con tus viajes en vuelos privados, con tus comidas exóticas, no puedes ocultar la amargura que llevas por dentro. La diferencia entre tú y yo es que, de niño, de joven y de adulto, tuve siempre el amor de una familia extraordinaria. Nunca tuve lujos, pero he sido tan feliz, que no le envidio nada a nadie. Tú, en cambio, has crecido envidiando a todos los que tienen lo que tú no tienes. Por eso envidias a los estudiantes y a los intelectuales, porque tienen lo que nunca tuviste: conocimiento. Envidias a medio país, porque hemos tenido lo que tú no tuviste: una familia de la cual sentirnos orgullosos. Envidias a millones de personas porque tienen lo que nuca tuviste: felicidad genuina. Y creo que hasta nos envidias porque tenemos algo que, aparentemente, tampoco tienes: una partida de nacimiento para mostrar al mundo.
    Yo sé que, a pesar de tu evidente falta de conocimiento, muy en el fondo sabes que no perteneces allí, y esa certidumbre de que tú no decides tu permanencia en esa "apariencia de poder", amenaza tu "sueño de bebé".
    De verdad que, al verte tan encumbrado, me pregunto si será verdad cuando dicen que “la ignorancia es una bendición”.
    Atentamente,

    Un desempleado (y oligarca marginal)

    sábado, 13 de abril de 2013

    Carta a mis amigos opositores

    Un par de días atrás decidí hablar con mis "panas chavistas" para aclarar respetuosamente nuestras diferencias. Quisiera ahora hablar con los que están en la "otras acera", los llamados "opositores" con quienes también mantengo algunas divergencias.

    Como lo he mencionado anteriormente, trato de ser tan imparcial como pueda. Es por ello que  siempre me ha sido difícil (por no decir imposible) apoyar de manera irrestricta a ninguna ideología, partido político y, mucho menos, a una persona en particular. Tal vez sea esta la razón de que mi vida democrática haya sido testigo de cómo he votado por candidatos presidenciales tan disímiles como Teodoro Petkoff, Andrés Velásquez o Henrique Salas Römer, tendencia que se mantuvo también en otros cargos de elección popular, como la oportunidad en que voté por Aristóbulo Istúriz a la Alcaldía de Caracas (cuando le ganó a Claudio Fermín).Y por supuesto, ello ha llevado al hecho de que haya votado por partidos políticos de izquierda, de derecha, de centro... de dónde estuvieran, según mi apreciación, los mejores nombres.
    No obstante, siempre estuve en contra de aquellos partidos que utilizaban el "populismo" con la vieja tesis de que "mis problemas debe resolverlo otro", porque al fin y al cabo, según esa teoría, "mis problemas son culpa de otro".
    Y aquí es donde viene el primer punto en el cual discrepo con muchísima gente. Siempre se ha dicho que los problemas de Venezuela son culpa del gobierno (o en general de los malos gobiernos); sin embargo, creo que más bien los problemas son atribuibles a los malos ciudadanos. Sí. La culpa es, en realidad, nuestra.
    Me explico: Cuando Carlos Andrés Pérez fue presidente por segunda oportunidad, muchos amigos me decían que "la solución para los problemas del país es que se vayan los adecos y se monte un militar". Se fueron los adecos, llegó el militar y me decían "el problema son estos militares que están en todo, la solución es salir de Chávez". Murió Chávez y seguimos sin solución.
    La verdad es que la responsabilidad debe asumirla cada quien. La educación de mis hijos es mi responsabilidad, no del gobierno. Si una hija mía se convierte en madre adolescente, es mi responsabilidad, no del gobierno. Si no estudio lo suficiente y raspo una materia, es mi responsabilidad, no del gobierno (ni del profesor).
    Por ello creo que, pase lo que pase este 14 de abril, muchos de nuestros problemas seguirán estando allí el 15, y el 16 y los días siguientes. Y estoy convencido de que el primer paso para resoverlos, es que dejemos de buscar culpables para comenzar a hallar soluciones.
    Sencillamente, no me parece justo quejarnos de los abusos de poder del Presidente, de los ministros, de los rectores del CNE, de los jueces, de los militares; para luego llegar a cometer abusos en nuestra calle, en el colegio de nuestros hijos, en los semáforos. Si manejo como "me da la gana", porque tengo un carro más grande que el tuyo y tú te tienes que quitar del medio; eso es abuso. Si dejo de pagar el condominio en mi edificio, porque "me da la gana"; eso es abuso.
    Lo primero que debemos hacer el día 15, es comenzar a asumir responsabilidades y dejar de echar culpas. Ello sólo nos ha llevado por la senda del odio y la división.
    Siempre he dicho que para que haya paz en Venezuela, hace falta que esos que nos adversan amen más a este país de lo que nos odian a nosotros. Por eso, el argumento de las ayudas a otros países, o la presencia de funcionarios extranjeros no hace mella en sus simpatías: sencillamente el odio hacia nosotros es tan grande que el amor por la patria pasa a un segundo plano. Pero la ecuación funciona también de este lado. Si no somos capaces de poner a la patria por encima de todo, jamás lograremos la paz. Nos toca la tarea de sembrar el amor y desterrar el odio. Se dice fácil.
    No podemos ir a esta cita con el destino, pensando más en el odio hacia esos otros compatriotas que en el amor por Venezuela. Y a aquellos que piensen que 14 años de injusticias son razón más que suficiente para sentir rencor, créanme: quien escribe las ha sufrido.. y mucho. Sin embargo, creo en un proverbio latino que dice accipere quam facere praestat injuriam (es preferible sufrir una injusticia que cometerla). Y además, la solución para frenar una injusticia, no puede ser cometer otra.
    Por otro lado, sostengo que la democracia es, de lejos, el mejor de todos los sistemas políticos. Creo que lo único mejor que la democracia es... más democracia. Esa es la razón por la cual, a pesar de mis opiniones, acepto que hay una gran parte del país que ha seguido y sigue un proyecto del cual discrepo. Desconocerlo sería un error, que muchos, por cierto, han cometido.
    Por ello, a diferencia de muchos, mañana no voy a votar por una persona. Voy a votar por la oportunidad de seguir votando, de seguir opinando, de seguir discrepando. En fin, por más democracia.
    Y, al igual que muchos, voy a votar con optimismo. Pero, a diferencia de muchos, mi optimismo no está basado en los posibles resultados. Es más, como lo he señalado muchas veces, objetivamente pienso que las posibilidades están en contra.
    ¿De dónde deriva entonces el optimismo? De la certeza de que estoy tomando la decisión más acertada. De que me asiste la razón, la justicia y la verdad. Por ello, en estos días me ha dado vueltas en la cabeza una frase de Mahatma Gandhi que dice ""La alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento que supone la lucha y no en la victoria."
    Yo sé que la tierra prometida espera por nosotros. Sólo Dios sabe cuándo éste, que también es Su pueblo, entrará a ella. Le doy gracias al Creador por haberme hecho caminar por el desierto para buscarla. Que Él decida si yo estaré entre quienes entren en ella.
    Por eso, mañana 14 de abril, como ahora y siempre, hágase. Señor, Tu voluntad.
    Dios bendiga a Venezuela... y a todas las naciones del mundo.