No hay que ser demasiado inteligente para saber cuánto dura el amor de puta… El que lo paga, lo sabe, por eso debe estar consciente de cuánto dinero le queda. Esa es la misma práctica que a veces se aplica en la manera de ejercer el poder: “la política de burdel”.
Quien va a un burdel, sabe a lo que va. Lo que cabría preguntarse es ¿por qué va? Es decir, nadie paga por algo que puede conseguir gratis. Por eso, estemos claros en que quien va a un lupanar, lo hace por una razón: lo que obtiene allí no lo puede conseguir de otra forma.
Esta peculiar filosofía de la vida, en ocasiones, se ha extrapolado a la política, en la que puede surgir un líder que decida manejarse (sobre todo en el ámbito internacional) de esa manera. Es decir, "comprando" solidaridad y apoyo.
No todo líder es así. Por ejemplo Fidel Castro, consiguió un apoyo de la antigua Unión Soviética y de numerosos intelectuales y jefes de gobierno sin pagar ni un céntimo. Pero, a veces, surge un “sucesor” que, al carecer de astucia y habilidad, tiene que pagar por el apoyo y admiración que el líder cubano siempre consiguió de gratis.
Así es como un nuevo líder de este tipo, tendría que ir, cartera en mano, “burdeleando” por América Latina, Europa, Asia y África. Uno a uno, tendría que ir comprando el afecto y admiración de presidentes, secretarios generales, gobernadores, medios de comunicación, etc. ¿Por qué lo hace? Por la misma razón que lleva a muchos a un burdel: porque de otra forma no va a conseguir ni ese "afecto" ni esa "admiración".
El problema es que esta nueva política tiene el mismo defecto que la costumbre de visitar lupanares: la duración del amor es directamente proporcional a la liquidez monetaria. En otras palabras, no hay que creer en amor de puta.
Un segundo problema, de esta filosofía de vida, es que quien siempre paga por el amor, comienza a creer que no existe otra forma de afecto. Entonces, aún cuando se le presente eso que llaman “amor verdadero” no lo distingue del mercantilista. Y tiende a tratar a quien le ofrece su afecto desinteresado, con el mismo desprecio que trata a quien simplemente se lo vende.
Y este tipo de líder no escapa de esta paradoja. Por eso trata a sus seguidores leales y auténticos (que siempre los hay) de la misma manera que trata a la interminable lista de “tírame algo” que pululan en los lupanares en que suelen convertir a alcaldías, gobernaciones, ministerios, medios de comunicación, universidades, palacios presidenciales y hasta organismos internacionales. Por eso los insulta, les grita, los ofende, los “carajea”, porque, a fin de cuentas, “para eso estoy pagando” (como diría un borracho de burdel).
Como consecuencia de esa práctica, algunos seguidores auténticos se le van. Y él, acostumbrado al amor de burdel, no se extraña… “total, las putas son así”, parece decir.
Un tercer problema es que, a veces, hay putas “por necesidad”, que cuando consiguen otra manera de ganarse la vida, se “dan de baja”.
Y en esta nueva política también puede ocurrir. Por ello algunos supuestos “aliados” se van alineando “disimuladamente” con el “enemigo” (si éste les puede ofrecer una manera más digna de resolver sus problemas internos). Y dejan al líder solo.
Por eso, muchas veces a la prostituta ni siquiera le hace falta que se te acaben los reales para dejarte solo. Basta que aparezca otro con más real, o simplemente otro que le convenga más. Y te cambia.
Un ejemplo de eso, aplicado en la política, ocurre cuando un canal de televisión primero se opone al "nuevo líder", cuando éste fracasa en tratar de llegar al poder. Después cambia de opinión y lo apoya para que llegue... después le quita el apoyo y luego vuelve a cambiar de parecer y lo apoya otra vez... por ahora. Todo dependiendo del "chance" que tenga el "líder" de llegar al poder, o de continuar en el poder.
Por eso, es que este nuevo tipo de líder ni siquiera logra pasar a la historia. Fidel Castro (al igual que Salin, Hitler o Pinochet), por lo menos, será recordado… como un dictador, es verdad, pero será recordado.
El nuevo líder, en cambio, sufrirá el destino del tipo que sale del burdel después de gastarse el dinero: las putas lo van a recordar un ratico... hasta que terminen de contar los reales.
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